Testimonios
Evangelizando en zonas y ambientes
El mundo de la educación superior es el lugar en donde se inserta don Elías Torres, diácono de la Vicaría Pastoral Universitaria. Alejandro Larenas trabaja en la Zona Cordillera. Ambos han sido ordenados hace muy poquito y aquí nos cuentan sus historias de fe y compromiso al servicio de la Iglesia.
Elías Torres:
Diácono en la Universidad
Elías es profesor universitario y hace un mes fue ordenado diácono, en la Parroquia Santa Ana. Hoy comparte su historia de fe y los signos que Dios le ha dado en la vida para seguir su voluntad.
Desde pequeño, Don Elías sintió que Dios lo quería para algo especial, no sabe muy bien cómo explicarlo con palabras, pero sentía algo así como una “luz interior” que algo le quería decir. Ayudado de grandes figuras como Don Manuel Larraín, Henríque Alvear y don Carlos González Cruchaga, supo discernir lo que el Señor quería para él. Todos ellos, dice, lo marcaron profundamente en su vida de fe, “de todos ellos aprendí a conocer a Cristo, en quien centré mi espiritualidad, y eso es lo que yo trato de entregar también a los jóvenes universitarios que busquen al Señor”.
Elías siempre fue una persona de fe, incluso, al terminar la etapa escolar, en Talca, estaba convencido de que quería servir a Dios en el sacerdocio. Le contó esta inquietud a su director espiritual, de entonces, don Manuel Larraín, quien le aconsejó irse al seminario en Santiago. Estuvo 5 años en el seminario, tiempo que le permitió profundizar en su fe y madurar su vocación, descubriendo que era otro el llamado del Señor.
Aunque su papá quería que estudiara mecánica, Elías estudió pedagogía en Filosofía en la Universidad de Chile. Paralelamente, y como forma de financiar su carrera y estadía en la capital, comenzó a trabajar como inspector en el internado Barros Arana. Ese fue su inicio laboral en el mundo de la educación.
Su carrera como académico en la educación superior comenzó el año 1971, cuando lo llamaron de la Universidad de Chile, en Talca, para que se hiciera cargo de las clases de filosofía. Entretanto estuvo a punto de irse a España junto a los pasionistas, estaba listo para partir, sin embargo, su padre le hizo ver que debía pensarlo más antes de tomar una decisión definitiva. En ese proceso estaba cuando conoció a Gladys, una dulce joven talquina que lo cautivó. Se casaron, tuvieron dos hijas, maría Elisa y Paola, emprendiendo una vida juntos no sin dificultades.
Uno de los episodios más importantes y marcadores de la vida de Elías sucedió en momentos en que era director de desarrollo docente de la universidad de Talca. Era una época muy complicada en el país y don Elías sufrió una persecución política en su contra. Fue detenido en dos ocasiones pero gracias a Dios siempre pudo volver a su hogar. Luego de un año viviendo bajo mucha presión y temor por su integridad y la de su familia, don Elías tomó la decisión de irse a España en 1984. Allí estuvo por cuatro años, “fue un periodo muy difícil”, explica. Durante ese tiempo debió hacer enfrente al dolor que le provocó salir del país, distanciarse de su esposa e hijas y de sus padres que estaban enfermos. Con su familia, que permanecía en Talca, sólo podía comunicarse a través de cintas de casette que se transportaban en viajes de amigos y cartas que aún conserva como recuerdo de una etapa importante de su vida.
La única forma que encontró para afrontar el sufrimiento de la partida a España fue la oración. Fue lo que lo mantuvo en pie, con la esperanza de que todo pasaría. “Creo que Dios me dio la fuerza y el valor para afrontar ese momento”. En España aprendió a usar el computador, una tecnología de la que Chile aún no sabía; aprovechó de estudiar un doctorado en filosofía y ciencias de la educación y participó en cursillos de hermandad. Todo esto, más la ayuda de algunos amigos hicieron que don Elías saliera adelante.
Al regresar a Chile en 1988 se encontró un país muy distinto al visto por última vez. Las cosas no fueron nada fáciles. Había sido exonerado de la universidad en Talca, el empleo escaseaba y solo gracias a sus viejas amistades del mundo académico logró insertarse nuevamente en la enseñanza superior. Hizo clases en el entonces Instituto Blas Cañas y luego en la Universidad Educares que pronto se transformó en la universidad Silva Henríquez donde conoció a los hermanos salesianos, entre ellos, el padre José Carraro su gran amigo ya acompañante espiritual. También trabajó en la Universidad Católica y ahora imparte clases ética profesional en la Universidad Santo Tomás y de formación en valores en la Universidad Humanismo Cristiano.
Como hombre de fe, Don Elías mira su pasado doloroso con paz y confiado en el Señor. “Hubo gente que hizo mucho daño pero yo no soy quien para juzgar, eso lo hará Dios Él sabrá donde colocar su justicia”.
Camino al Diaconado Permanente
Fue hace algunos años atrás que Elías descubrió el diaconado, le interesó y no dudó en compartir su inquietud con el Padre Carraro quien le invitó a una misa en la Parroquia del Sagrario especialmente dedicada a los diáconos. Elías asistió, se presentó ante monseñor Ricardo Ezzati, en ese entonces Vicario Episcopal para el Diaconado Permanente. “Mons. Ezzati frente a la experiencia y estudios realizados por mí, tomó la decisión de aceptarme en la escuela de diáconos, y se mi hizo un programa de formación especial, reforzando aquellas áreas que se estimaron más relevantes. En síntesis yo estoy ‘entre los obreros que el Señor de la Viña contrató al caer la tarde, y también les correspondió un Denario’. Así empezó su camino de formación en la Escuela del Diaconado. Fue ordenado el sábado 27 de septiembre, en la Parroquia Santa Ana.
Como diácono ambiental, servirá en la Vicaría Pastoral Universitaria de Santiago, donde ha participado por años en el grupo de académicos católicos. Actualmente colaborará en área de Pastoral Social de la VPU, asesorando algunos programas como “Encuentro en la calle”, voluntariado de acción social. Sobre el diaconado explica que se siente feliz, “me siento totalmente pleno siendo diácono, siento que llegar hasta aquí fue como un largo camino, porque así lo consignó el Señor. Siento que con el diaconado se concreta un ciclo de servicio”.
Pero su servicio no termina ahí, porque también será un apoyo en su capilla Inmaculada Concepción de Puente Alto y en las universidades en donde trabaja y en donde también está presente su identidad católica. “Yo me muestro siempre tal como soy, mis colegas saben que soy diácono y ahora más que nunca estaré para ayudarles, para escuchar cuando lo necesiten, para acompañar y servir en lo que Dios quiera por que ahora es él quien actúa a través de mí”.
Alejandro Larenas, diácono
“El Diaconado Permanente es una bendición para el matrimonio”
Desde 2003 Alejandro Larenas trabaja en el Arzobispado de Santiago. Su colaboración como Secretario Pastoral de la Vicaría Zona Cordillera le ha permitido servir a la Iglesia como laico y ahora también como diácono.
Alejandro Larenas fue ordenado diácono el 4 de octubre pasado. Dice que ha sido consecuencia lógica de su proceso de vida, de una búsqueda de Dios que había iniciado desde pequeño. “Dios hace una historia con cada uno de sus hijos, una historia llena de etapas y circunstancias en las cuales El se revela poco a poco; nuestro desafío es reconocerlo en cada circunstancia”, explica.
La historia que el Señor fue animando en Alejandro se caracteriza por una vinculación a la vida de la Iglesia que partió en el Colegio San Ignacio donde aprendió que “esta vida se nos ha dado para buscar a Dios”. Sin embargo fue tras la muerte de su padre cuando se dio realmente cuenta de la necesidad de Dios en cada ser humano. Sólo tenía 16 años y tuvo que salir a trabajar para ayudar a su familia, “sentí muy fuertemente que buscar, descubrir y mostrar a Cristo en el mundo podía ser un gran proyecto de vida y me sentí profundamente llamado a intentarlo”.
Sin saber cómo Alejandro se propuso encontrar al Señor en cada gesto, en cada palabra, haciendo camino con él en la vida. Una de las formas de encontrarlo tiene que ver con el diaconado. “De pronto, miré hacia atrás y descubrí que tenía un matrimonio maravilloso y que el Diaconado Permanente me permitía, junto a mi esposa, realizar este anhelo”. Alejandro dice que tuvo mucha “suerte”, ya que Mónica, su esposa, siempre estuvo en la misma sintonía. “El Diaconado Permanente es una bendición para el matrimonio”.
¿Cómo afrontó su inquietud?
Sin ningún dramatismo; lo tomé como algo natural, como consecuencia de mi proceso de vida, de una búsqueda que había iniciado cuando era un niño de colegio; sabía que Dios siempre llama a algo en su momento y de alguna manera sabía que me mostraría caminos. Muchas veces pensé en distintos caminos, participando en movimientos, en comunidades, en pastorales, pero cuando miré hacia el Diaconado Permanente ya me sentía mas claro e informado en la opción ya que siempre consideré que el camino que tomara involucrara a mi matrimonio; nunca pensé en que mi esposa quedara al margen de cualquier proceso.
En este proceso de descubrimiento de su vocación siempre estuvo apoyado. La primera persona en conocer esta inquietud fue su esposa y tiempo más tarde su acompañante espiritual, el Padre Mario Garfias, “a quien le debo una paternidad espiritual muy fuerte”.
Una de las cosas que más motivó en Alejandro su deseo de formarse en el diaconado fue poder compartir la alegría del encuentro con Cristo con la comunidad . “Cuando uno se encuentra con Cristo no quiere dejárselo para sí; se descubre un Cristo desde lo que uno es, un Dios que no se escandaliza de lo que uno es o haya sido. Definitivamente, con un Dios que sale al encuentro del hombre y lo levanta. Cuando se vive esa experiencia, sobre todo en circunstancias de dolor, no quiere dejársela para sí mismo, quiere compartirla con otros, quiere que otros descubran que sí es posible ser cristiano. Yo sentí muy fuertemente la Paternidad de Dios en mi vida, sobre todo en momentos límites en los cuales uno, si agudiza la mirada, puede percibir claramente la presencia de Dios en lo cotidiano de la vida; yo quería eso, vivir en lo cotidiano, en el matrimonio, en el mundo del trabajo, en el devenir de cada día, esta vocación de reflejar el amor de Dios en cada circunstancia”.
La cotidianidad en la que se inserta el diácono es un elemento que interpela fuertemente a todo quien quiera servir a la Iglesia a través del diaconado. “El Diaconado Permanente está inserto fundamentalmente en el mundo, en lo cotidiano y quiere iluminar estas realidades temporales otorgándoles todo el sentido y la fuerza del evangelio. Hoy mas que nunca se presentan grandes desafíos propios de nuestro tiempo en los cuales el Diaconado Permanente, por su naturaleza propia, por su inserción en el mundo, se muestra como una opción de vida muy necesaria y por cierto, muy atractiva”.
Como diácono, Alejandro seguirá participando de su parroquia, Nuestra Señora de la Divina Providencia, en donde trabaja en la formación de personas en la catequesis Iniciación Cristiana y también en la Vicaría de la Zona Cordillera donde es Secretario Pastoral. Siendo diácono me propongo incorporar en mi trabajo todo lo recibido en mis años de camino; una formación teológico-pastoral mas clara (la dimensión académica doctrinal), lo litúrgico, el servicio a los demás (la diaconía), pero esencialmente incorporar también mas plenamente la dimensión del amor, la paternidad espiritual y la coherencia entre fe y vida; todos anhelamos modelos coherentes, sensibles, acogedores; anhelamos reflejos en el mundo del amor del Padre. Esa, siento, es responsabilidad de todos y yo siento esa responsabilidad, en esta nueva etapa de mi vida, mas claramente que antes”.
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