Diácono Permanente

Requisitos

Sólo los varones pueden recibir la ordenación sacramental y nadie puede recibirla sin estar seguro de haber sido llamado por Dios y de tener las cualidades humanas y espirituales para ser un digno ministro de la Iglesia. Es al propio Obispo a quien compete decidir acerca de la ordenación de los candidatos al diaconado.

Condiciones para ser Diácono:

Si es soltero:
* Edad mínima de 25 años.
* Haber recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Primera Comunión y Confirmación)
* Debe ser un hombre de fe y de oración, abierto a las invitaciones del espíritu y a las necesidades de los hombres.
* Celibato perpetuo
* Debe ser un hombre de oración, de Misa diaria y de confesión frecuente.
* Debe tener una vida familiar sólida y normal, que se proyecte como un ejemplo para los demás.
* Debe destacar por su espíritu de servicio, tanto en la iglesia como en el medio social en el que vive.
* Debe ser un buen colaborador en la evangelización
* Debe poseer condiciones de liderazgo
* Debe ser un hombre con una gran madurez humana, equilibrado y con discernimiento, capaz de escuchar y de dialogar

Si es casado:
Además de las características anteriores, es necesario:

* El aspirante debe tener al menos 35 años de edad en el momento de la ordenación
* 10 años de matrimonio.
* Conocimiento y aceptación de la esposa sobre el camino que desea iniciar el marido.
* Que lo hijos puedan comprender, según su capacidad, la vocación de su padre.
* Deben aceptar que, conforme a la disciplina de la Iglesia, en caso de viudez no pueden volver a casarse.
* Deben ser, junto a sus esposas, ejemplo viviente de la fidelidad e indisolubilidad del matrimonio cristiano, impulsando una auténtica espiritualidad familiar.
No deben olvidar que la vida familiar es una de sus fuentes privilegiadas de santificación. Así entonces, las esposas de los diáconos tienen un papel de primera importancia en la vocación de su marido. Ambos, deberán apoyarse, ayudarse y crecer juntos en la vida espiritual
* Debe velar permanentemente por mantener un sano equilibrio entre las obligaciones propias, por un lado, de esposo y padre, y por otro lado, laborales, con la misión pastoral encomendada.